Muerte en la Mancha
Inés se ve atrapada en un pueblo de La Mancha durante el puente del 15 agosto. Es una lectora voraz, muy aficionada a las novelas policiacas. Cuando, casualmente, encuentra el cadáver de un hombre empieza a obsesionarse con encontrar al asesino en un lugar en el que hay solo tres personas y todas tienen coartada.
La obra establece un juego literario con el mito de Don Quijote: si al hidalgo manchego lo tomaban por loco debido a su obsesión con los libros de caballerías, a Inés la miran con la misma desconfianza por su pasión por las novelas policiacas. Su empeño en descubrir un crimen donde todos insisten en que no lo hay la convierte en una “quijote” contemporánea que lucha contra la indiferencia, la resignación y el calor sofocante.
Más allá de su trama de intriga, la novela dibuja una realidad española reconocible: la despoblación que vacía pueblos y paisajes, la convivencia forzada —y a veces incómoda— entre culturas y acentos que se cruzan de manera inesperada, la corrupción que se filtra incluso en los lugares donde nunca pasa nada y la brecha tecnológica que convierte algo tan básico como encontrar cobertura en un reto casi épico. En ese entorno aislado, la verdad puede tardar en llegar… o no llegar jamás.
A través de un tono que mezcla suspense, humor y una mirada crítica, la historia plantea una pregunta esencial: ¿quién está realmente loco? ¿Quien se niega a conformarse con la versión oficial o quien prefiere no ver nada para que todo siga igual? Inés encarna la curiosidad, la necesidad de justicia y la rebeldía frente a lo establecido. Su aventura, tan delirante como valiente, actualiza el espíritu quijotesco demostrando que aún quedan molinos contra los que combatir, aunque ahora se llamen silencio, olvido o conveniencia